Yo, trébol

Cuando un trébol está solo y alza su mirada hacia la luna,
le susurra al dulce viento palabras que nadie puede oír

domingo, 26 de outubro de 2008

El oscuro firmamento

A veces miras hacia arriba, a tu cielo. Una masa oscura que está suspendida en el aire. No hay luz alguna. Nada brilla. No ves estrellas ni auroras, ni una Luna que reine entre ellas. También carece del astro rey, porque tú elegiste que siempre fuera de noche. Pero la noche debería resaltar los brillos de tus astros en la lejanía, con su tilitante luz decorando el firmamento. En lugar de eso, sólo tienes una insondable oscuridad. Miras hacia las cardinalidades, desorientado. Sin luces, estás perdido aquí abajo. Con tu cielo, ningún marino se atreve a desafiar a la mar.

Y no puedes evitar pensar en cómo es el cielo de los demás. Sé que ven hermosas estrellas iluminadas en el firmamento. Sé que tienen una Luna, que es pequeña y grande, redonda y fragmentada, amarilla, naranja y plateada, alta y baja, brillante y apagada. Cientos de miles de luces tilitantes adornan las noches antaño oscuras. Unas embellecen, otras orientan. Unas marcan tu destino pasado y futuro, y otras muestran caminos por recorrer. Algunas son fijas y conocidas, otras son itinerantes por el cielo, dejando estelas de colores brillantes. Un baile de luces juega cada noche en sus bóvedas, un juego que tú no conoces.

No importa cuánta oscuridad aparezca en tu cielo. No importa cuánta luz veas en el cielo de los demás. Hace mucho olvidaste una cosa, al principio no fue culpa tuya, pero ahora sí lo es. Has convertido tu desconocimiento en tu principio. Has hecho de tu olvido la justificación. ¿Acaso ya olvidaste que sólo hay un único cielo para todos? La razón por la que tus noches son apagadas y carentes de luz no es porque el cielo no tenga luces, sino porque tú has creado con tu apatía y tu pesadumbre un manto aciago de nubes que ciegan los tilitantes brillos del firmamento.

Recuerda a la princesa de la arena. Recuerda que, aunque silenciosa y ajena al mal que vive cada día, sigue prisionera en tu interior. Recuerda que le debes la libertad de la que la privaste. Recuerda que decidiste hace mucho tiempo que estuviera junto a ti. Es hora de comenzar por fin.