Yo, trébol

Cuando un trébol está solo y alza su mirada hacia la luna,
le susurra al dulce viento palabras que nadie puede oír

quarta-feira, 25 de outubro de 2006

La princesa de la arena

Los sueños... a veces son sueños, y otras algo más. Recuerdo una playa, solitaria. El cielo está encapotado. No tengo raíces, ni alas. Camino por la arena. Todo es desconocido, pero es como si estuviera en casa. No me extraño de estar allí, en la arena, viendo el suave batir de las olas. Me siento en unas rocas, nunca me gustó la arena. Y entonces ella me mira, y por primera vez yo la miro a ella. ¿Desde cuándo está ahí? Tiene unos ojos preciosos, y una semisonrisa en su infantil rostro. Lleva un vestidito, con un cubo amarillo de plástico en una mano, y una palita roja en la otra. Lleva un pequeño gorrito puesto, ocultando parte de su pelo claro. Me mira con la inocencia propia de su edad, aunque nada sorprendida y sí muy extrañada. Mira a las nubes, como pidiéndoles que liberen al sol, para hacer brillar los rizos que ondean al viento. Es enternecedora, pero algo me inquieta, y no sé lo que es. Entonces ella habla, con voz clara y segura. Parece que sabe dónde está, y qué hace allí. Habla más segura de lo que yo puedo contestarle. Yo no sé dónde estoy, ni lo que hago allí. Y tengo miedo por ella. La playa me parece muy solitaria, y siento pena, porque parece llevar mucho tiempo allí. Su dulce voz resuena entre el viento, mecida por una brisa marina que me trae lejanos recuerdos. Parecen recuerdos de otra vida, largo tiempo olvidados, pero sé que no son tan lejanos. Quizás hayan sido alejados voluntariamente, quizás no. No soy capaz de recordarlo. Así habló ella, así respondí yo:
— Hola — acompañó con su voz el par de hermosos cristales marrones que me observaban.
— Hola — contesté con una escueta sonrisa, enternecido.
— ¿Qué haces aquí? — preguntó sin pausa alguna.
— No lo sé, acabo de llegar — entonces observo dónde estoy. Sigo sentado en unas rocas, a medio metro de altura de una niña que me pregunta. Ha dejado el cubo en la arena. Tiene agua de mar, con blanca espuma. La pala sigue en su mano, como el cetro de una princesa, igual de majestuosa estampa: Princesa de un reino de arena. Es su playa, ahora lo comprendo. Aún así, no puedo evitar la pregunta: «¿Qué haces tú aquí?». Ella se limita a sonreír.
— No deberías de estar aquí — dice ella mientras sigue sonriendo, y juguetea distraídamente con la pala un momento.
— ¿Quién eres? — no puedo contener más esa pregunta.
— Tú — dice al fin, tras mirarme fíjamente unos segundos, expectante.
— Tienes razón, no te he dicho quién soy, perdona — por un momento, durante un instante, pensé que ella me conocía desde hace mucho tiempo. Le digo mi nombre, como si a una princesa de la arena le pudiera importar — ¿Y tú? ¿Quién eres?
— Tú &mdash y sonríe una vez más, como sólo saben hacer los niños cuando juegan. Y yo pienso que está jugando, y que también soy un niño. Y sonrío.
— ¿Y qué playa es ésta?
— Esta playa es tu playa — contesta nuevamente, con una mirada limpia, con la voz de un niño, de aquél que no conoce la mentira.
— ¿Mi playa? — sonrío, como hacen los adultos necios que subestiman la sabiduría de los niños. Como aquellos que creen que la razón está por encima de la imaginación. Como aquellos que creen que conocen más de lo que conoce la princesa de la arena. De esa forma, así sonreí yo.
— ¿Ves esta orilla? Cada grano de arena de esta playa, cada grano de arena es una palabra de bondad que murió en tus labios. ¿Ves este mar? Cada ola que rompe en esta playa, cada ola es una palabra de amor que murió en tu corazón. ¿Ves esta brisa? Cada hebra de viento que acaricia esta playa, cada hebra es una palabra de perdón que murió en tu interior. ¿Ves este cielo? Cada nube que tapa al sol, cada nube es una muestra de indecisión que de ti se apoderó. Como puedes ver, toda la playa es tuya, tal y como te dije.

Y sé que tiene razón. Y reconozco cada grano de arena, cada ola que rompe, cada hebra de viento y cada nube en el cielo. Y sé que yo hice todo, y me entristece ver una playa tan grande, un mar tan profundo, una brisa tan constante y un cielo tan encapotado. Y me entristezco, por la princesa de la arena, porque pienso que yo creé este reino, y alguien la erigió princesa. Princesa de un mundo de irrealidad, en el que ella está atrapada, aunque sonría con la brisa bajo un cielo encapotado.
— ¿Y quién eres entonces, en realidad? — no puedo evitar preguntarle una vez más.
— Yo soy tú. La parte de ti que quiso decir estos granos de arena. La parte de ti que quiso gritar estas olas. La parte que quiso pedir este viento y que quiso que las nubes fueran solo pasajeras. Ahora, ahora las cuido yo a ellas, esperando que vuelvas a necesitarlas. Yo las he guardado aquí, en tu playa, para que no sean olvidadas. Mientras haga falta, yo seré la princesa de tu playa. Cuando no haya playa, ya no haré más falta aquí.
— ¿Y dónde irás entonces? — le pregunté con algo de temor por ella.
— Cuando no haya playa, yo estaré junto a ti.





3 Comments:

At 12:27 da manhã, outubro 26, 2006, Blogger Irene said...

Me emocioné con tu relato. El otro día metí la foto de una playa sin saber que tú habías metido una similar, solo que el contexto de mi blog es muy diferente.

En tu post me identifico plenamente. No sé si todos tendrán una, pero yo tengo una playa como esa, llena de cosas que jamás dije, de besos que no di, de lágrimas que guardé, de cosas reprimidas. Tengo una ola de esa playa que es un verdadero tsunami. Una vez que quise mucho a alguien pero jamás le dije "te quiero". Esa ola gigante son esas dos palabras que no me atreví a pronunciar.
En fin, qué recuerdos, qué nostalgia. Deberíamos arrepentirnos pero somos así, creadores de playas de extensión infinita.

Un abrazo

 
At 3:10 da tarde, outubro 28, 2006, Blogger Cyric said...

Me he quedado alucinado.
No sabía que escribías así de bien ante, es precioso.
Pero lo que más me ha alucinado es que todo lo que dices es como si fuese el fiel reflejo de lo que siento últimamente, creo que yo también tengo una playa, pero estoy seguro de que es una playa que no tiene fin.

Si me permites voy a poner un link en mi blog a esta entrada, merece la pena que la gente la lea.

 
At 12:52 da manhã, novembro 01, 2006, Blogger Miauz said...

Es muy bonito. Es triste pensar que todos tenemos una playa como esta, o sólo un mar, o un desierto... porque hay casos en que algunos tipos de sentimientos e ideas ni siquiera llegaron a nacer (¿cómo morir entonces?).

Me ha gustado mucho :)

 

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