Yo, trébol

Cuando un trébol está solo y alza su mirada hacia la luna,
le susurra al dulce viento palabras que nadie puede oír

quinta-feira, 17 de agosto de 2006

La no soledad

Muchas veces uno está muy a gusto estando solo, sin nadie que le increpe ni moleste. Puedes pensar con tranquilidad, sin necesidad de que te estén sugiriendo cosas que no has pedido, sin necesidad de que la gente de tu alrededor intente convencerte de cosas que sabes que no quieres. A veces, la compañía simplemente molesta, aunque no haga o diga nada. Porque, a veces, se necesita estar solo. Es parte de la condición de cualquier ser vivo. Hay ocasiones en las que es imprescindible la soledad, como canalizador de un equilibrio perdido o alterado, que necesita ser reconstruido, encontrado o simplemente calibrado. La soledad es un estado que muchas veces se busca. Sin nadie más a tu lado, sentir que solo existes tú, al menos en ese instante. Sentir que, pase lo que pase, eres importante en tu vida aunque sólo sea durante un momento. Es curioso que exista música que te ayude a sentirte solo, música que te aleje de tu mundo, y cree para ti una burbuja cristalina de sonidos que impiden las interferencias con lo más profundo de tu interior. Tampoco es excesivamente difícil encontrar dicha soledad. Si la gente no se aleja de ti, tú te alejas de ellos: si la soledad no viene a ti, vas tú a la soledad. O a algo que se le parece demasiado.

Pero muchas veces no significa que sean todas, siquiera que sean la mayoría. Simplemente significa que son muchas, posiblemente porque las veces son millones de millones, y algunas tendrían que ser de soledad. Y algunas pocas de millones de millones hacen muchas veces, aunque sean minoría. ¿Qué ocurre en esas ocasiones? Emprendemos un camino de despedida de la soledad, intentando encontrar la compañía dejada atrás. Llegamos a la gente, estamos a su alrededor. Pero no es lo mismo. Estamos a su lado, distantes, alejados, frente a frente. Hablan, escuchamos. Hablamos, silencio. Permanecen en silencio. ¿Es esto compañía? No es muy distinta a la soledad. Intentémoslo una vez más. Hablan, escuchamos. Hablamos, silencio. Siguen en silencio, como si nada hubiera ocurrido. ¿Qué ocurre? ¿Por qué no hablas? ¿Acaso es esto en verdad la compañía? ¡Cuán vacía y solitaria es la compañía! Mi soledad es más acompañada.

Sigo en soledad, una vez más, una de tantas. Ya perdí la cuenta, y el pasar de los años. Alguien se acerca, interrumpiendo mi soledad. Habla, escucho. Silencio, observa. Habla de nuevo, escucho. Guardo silencio otra vez, y sigue observando. Por tercera vez, habla, y esta vez yo la observo. Hablo yo ahora, y ella sonríe. ¿Por qué ha sonreído? Habla, escucho. Hablo, escucha. Sonrío yo ahora. ¿Por qué he sonreído? Mi soledad me parece tan triste y vacía... ¿Qué he estado haciendo? Ella comienza a caminar. Me pide que le siga. ¿Hacia dónde irá? Se aleja unos pasos. Comienzo a caminar. Me lleva con otros. Sonríen, sonrío. ¡Cuán triste fue mi soledad!

Pasa más tiempo. Aprendo qué es la compañía. Y cuán difícil es de conseguir. La soledad es sencilla. Basta caminar hasta que la gente no te siga más, y no estén junto a ti. No hace falta cuidarla, ni ella necesita de ti. Está en todos lados, fácil de encontrar y de alcanzar. Pero la compañía... es algo delicado de conseguir, mantener, y hacer crecer. ¿Buscar la compañía? Algo inútil. La compañía no se busca, se acepta. No se puede obtener yendo hacia los demás, de la misma forma que la soledad es hacer camino inverso. Necesita algo más, necesita alguien más. La soledad se puede forzar, no así la compañía. Y sus cuidados... No dura eterna, a voluntad, como la soledad. Es algo que gusta de mimar, pero no puedes asegurar que no desaparecerá cuando menos quieras, por mucho que la hayas cuidado. Es dependiente, y se entristece si no estás con ella. No está acostumbrada a estar sola, y no puedes abandonarla mucho tiempo si no quieres que muera. Y, al morir, algo de ti y de mí se llevará, algo que no podremos recuperar nunca más.

Perdóname, soy nuevo en la no soledad, y aún no me acostumbré a su dulce cuidar. Perdóname, pues fueron muchos años de soledad, cuidándome ella a mí, lo mejor que sabía. Nunca me pidió nada ni me rechazó, y siempre estuvo allí cuando la busqué. En la soledad, no me sentía tan solo. A veces vuelvo a ella para darle las gracias, aunque sea contigo con quien quiera estar.


7 Comments:

At 3:59 da tarde, agosto 17, 2006, Blogger Sauron Bloom said...

Me acabas de dejar con la boca abierta...

 
At 10:37 da tarde, agosto 17, 2006, Anonymous Anónimo said...

pos cierrala, ke las babas son muy askerosas de limpiar ¬¬

 
At 11:21 da tarde, agosto 17, 2006, Blogger antemil said...

@sauron@
¿Se puede saber la causa o tendrías que matarme después? Es que con esos comentarios tan parcos que haces, cualquiera sabe lo que quieres decir. Supongo que lo imagino, pero no lo puedo asegurar...

 
At 12:52 da manhã, agosto 18, 2006, Blogger Sauron Bloom said...

¿El motivo? La reflexion sobre la soledad tan concienzuda que te has marcado ;)

 
At 3:28 da tarde, agosto 18, 2006, Blogger Irene(*) said...

Me gusta mucho como describes los sentimientos.
A veces usamos la soledad para encontrarnos con nosotros mismos y otras veces necesitamos sentirnos rodeados de gente para olvidarnos un poquito de nosotros mismos.
Es lo que yo llamo la vida interior y la vida exterior.
Las dos cosas son muy sanas y pueden ser compatibles.

Saludos

 
At 5:47 da tarde, agosto 18, 2006, Blogger Miauz said...

Ofús, qué de pensar das. La verdad es que salir de la soledad requiere mucho esfuerzo y permanecer en compañía, mucha atención. Hundirte en la soledad cuando estás rodeado de personas es el primer signo de que necesitas cuanto antes compañía.
"La libertad de un individuo termina donde empieza la de los demás". La no soledad es al revés, empieza donde comienza la de los demás.

 
At 11:19 da manhã, agosto 21, 2006, Anonymous Anónimo said...

Por fin escribes algo bueno ^_^

 

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