Yo, trébol

Cuando un trébol está solo y alza su mirada hacia la luna,
le susurra al dulce viento palabras que nadie puede oír

segunda-feira, 24 de julho de 2006

II Congreso Internacional de Música de Cine

Cuatro días, multitud de sentimientos. Cuatro días bastante inolvidables. Mucha gente interesante, mucha gente amable, mucha gente que son genios de la música. Muchas razones para ir, más aún para volver otro año.

No hablaré sobre música aquí. La música de cine no es lo mío, la música tampoco es lo mío, por mucho que lo intente. Aquí hablaré un poco de todo. Impresiones y, quizás, anécdotas. Si queréis oír cosas sobre música, no dejéis que os las cuenten: id al congreso, merece la pena. Hablaré sobre alguna gente y, que de algunos hable más que de otros, no implica necesariamente que esos me hayan gustado más, como comprobaréis rápidamente. Hay gente de la que diré poco, y de los que me encantó su intervención, en términos generales.

♣ John Frizzell. Crackman. No puedo comenzar a hablar sobre este evento sin hablar de este gran hombre. Un nombre del que jamás había oído hablar antes. Un hombre al que, posiblemente, no volveré a olvidar. Puedo resumir la experiencia de haberle conocido con una frase que dije inocentemente estos días: «CDs no le compraría ni uno, pero camisetas... todas las que quieras». No nos engañemos. No he oído gran cosa de lo que ha hecho, y lo poco que he oído no me parece malo. Al menos no tan malo como al resto de la gente, que sí que entiende de música. Cierto es que, en principio, no tiene nada que se haga inolvidable, como otros sí tienen. Pero existe «Gods & Generals», que incluye una uilleann pipe, y con eso casi que me basta a mí, y más cuando hoy he mirado el DVD que regalaron sobre el congreso del año pasado, y justo cuando habla de esta obra recalca que «le había gustado mucho colaborar con The Chieftains y su líder, Paddy Moloney». Con eso está todo dicho, en mi opinión. Pero todo esto es sobre su música, y dije que no iba a hablar aquí de música, así que hablemos de las camisetas. No, no vendía camisetas, era una metáfora. Uno se compra camisetas de la gente que admira, normalmente. No hay que olvidar que los compositores son personas ante todo. John Frizzell no es sólo una persona, es una grandísima persona. Es una de esas personas que harían que el mundo fuera un lugar mejor si hubiera más como él. Ha sido el alma humana del congreso, sin duda alguna. Modesto y humilde, dedicado y simpático, incansable y divertido. Da igual cuántas horas llevara sin dormir, siempre estaba disponible para echar unas risas o hablar con la gente. Me alegra haberle conocido, me alegra que haya sido el presidente de esta edición, y me alegra que vaya a asistir a la siguiente edición del congreso: sin él, nada sería lo mismo.


♣ Carol Goldsmith. La diva. Cher. Aquella que estaba allí de maceta. Aquella a la que se le aplaudía de forma obligada. Aquella que no tuvo amabilidad ni tacto para la gente. Aquella que nos regaló tema de conversación durante horas y horas. Empezaré agradeciéndole su esfuerzo de leer en español e inglés su discurso. Para alguien como ella, debió suponer un derroche de dedicación y de interés. Por eso, gracias. No puedo, sin embargo, agradecerle sus cortes bruscos a preguntas que no quería responder o incluso oír, dándole la espalda al espectador que la realizaba, contestándole de forma brusca y con marcado acento: «comprendo, siguiente pregunta», mientras le daba la espalda a su, hasta entonces, interlocutor, con un gesto mecánico que se percibía ampliamente entrenado y realizado. Tampoco puedo defender que tengan que traerle una silla de «lujo» en lugar de sentarse en una como la del resto. Ciertamente las sillas eran harto incómodas, pero a todos nos dolía el culo de estar sentados en ellas; claro está, que nosotros no tenemos culos operados: nuestra economía no se resiente por estar sentados horas así. Y, junto al tema de la silla, diré que nosotros también pasábamos calor: también nos hubiera gustado un ventilador para nosotros solos. Por otra parte, he de agradecer que, sin saber lo que posteriormente ocurriría, nos acompañara intentando monopolizar el «Paseo Nocturno desenfadado por el casco antiguo de Úbeda»: será otra cosa que tardaré mucho en olvidar. Mis palabras nunca serán suficientes para capturar aquellos momentos que nos otorgó, pero lo intentaré.
De momento, comenzaré explicando un poco la situación. Bajábamos nosotros por las calles que nos conducirían al mirador, acompañados de nuestra maravillosa guía, integrante de la organización, y los siempre trabajadores traductores e intérpretes, para atender a los no hispanoparlantes: todo un detalle. Bien, como decía, bajábamos desenfadadamente por una de las calles cuando nos topamos inesperadamente con John Frizzell et al., inclusive la diva, tomando unos helados por allí. Tras una breve conversación, deciden unirse a nuestro periplo. En ese momento comienzan nuestras dudas. Vemos a la diva como disminuída por la oscuridad reinante. Todos juraríamos que, en la mañana, era más alta. Ahora todos compartimos la sensación de estar ante una niña de ocho años, y sentimos la imperiosa necesidad de preguntarle dónde estaban sus papás. Sin embargo, no se ha desprendido aún de su traje tuti-fruti. La ausencia de sol evita la necesidad de gafas oscurecidas para poder mirarla. Y, en ese momento, ya no existe marcha atrás: con un salto cual trasgo de El señor de los Anillos bajando de una columna de Moria y una expresión facial digna del mismísimo gremlin maloso, salta desde el bordillo a la calzada, y comienza a caminar como un pato, o bien como si estuviera bastante escocida, a gusto del consumidor. Y, de aquí en adelante, fue todo cuesta abajo.

Intuyendo que monopolizaría la guía, caminamos resignados tras la guía, a varios metros, para no estar demasiado cerca de la diva. Al poco rato, se detiene ante un edificio que convierte la acera en un pasillo cubierto, bordeado por columnas. No debe de haber este tipo de construcciones por su tierra, y presta se detiene a su lado, y le pregunta a la guía que qué construcción es aquella. Inconscientemente, unas sonrisas se dibujan en el resto de los que allí observábamos. Alguien no pudo contener lo que todos pensábamos, y exclamó desde una fila posterior: «El banco Banesto». Las sonrisas se convirtieron en pequeñas risas, y la primera bola de nieve comenzaba a rodar montaña abajo en nuestros corazones. Poco después llegamos a un cruce. Una fachada algo estropeada era la carta de presentación de un edificio. Debió de parecerle extraño que no tuviera una fachada moderna y en perfecto estado, y quiso saber cuán luengo tiempo hacía que estas antañas construcciones presentaban el aspecto siniestro, esperanzada quizás de oír una historia digna de un libro de relatos de leyenda. Esta vez, todos permanecimos impasibles. Todos menos la gente de Úbeda, que comenzó a sonreír. Nuevamente, alguien no pudo aguantar más, y exclamó desde un fondo difuminado: «Dos años». La bola de nieve siguió rodando colina abajo, creciendo poco a poco en su descenso infrenable. La diva continuó caminando, y nuestra encantadora guía continuó su accidentado periplo hasta una plaza con una historia interesante. Mientras el traductor hacía lo propio para el deleite de aquellos que no hablaban cristiano, nuestra encantadora guía explicaba el cambio de nombre que había recibido la plaza, pasando del nombre de un general de la guerra civil española a otro nombre menos sujeto a polémicas. La diva asentía todo el rato con la cabeza, indicando su enorme interés en el tema. Su afán de conocer a fondo la historia le incitó a realizar unas preguntas sobre el tema. Mirando con sumo interés a la encantadora guía, con el resto como silencioso y expectante público, exclamó: «¡Oh, comprendo!. La guerra... ¿España contra qué país?». Miradas de complicidad aparecieron entre la silenciosa multitud, mientras la bola de nieve crecía más y más en nuestro interior. No pude evitar con cierta ironía comentar en voz baja a la gente que tenía al rededor cosas sobre qué parte de «civil» no entendía nuestra diva, pues tanto en español como en inglés tengo certeza de que su significado aplicado en una guerra es bastante claro. Una voz volvió a captar toda nuestra atención: «Fue una guerra civil, entre españoles», intentaba hacerle comprender el pobre traductor, y parece que lo consiguió... más o menos: «¡Oh!, árabes». La bola de nieve chocó contra algo, y explotó en mil pedazos en nuestro interior, salpicando fuera de nosotros, en forma de carcajadas descomunales que no se podían controlar. El traductor, sin embargo, poseía una capacidad de autocontrol impresionante. A saber lo que habría tenido que oír en las últimas horas. Seguro que estaba curado de espanto. «No, no. La guerra civil fue hace unos sesenta años», seguía intentando aclarar el traductor, pero ya todo daba igual: la nieve nos rodeaba a todos, y no se derritiría fácilmente después de aquello. «Oh, comprendo», volvió a decir ella, como si nos lo fuéramos a creer a esas alturas.

A partir de ahí el paseo fue más tranquilo si obviamos todos los comentarios y frases con acento inglés simulado que componía uno de nuestros asturianos, con tal tino y acierto que las carcajadas generalizadas resonaban de madrugada por las calles, a escasos metros de la diva. En un cruce a los pocos minutos, ocurrió algo extraño, pero nada sorprendente: por ciertas... casualidades, la diva, John Frizzell y un par de representantes de la organización van a ver un jardín antiguo, y tras un amago de intento por nuestra parte de acompañar a ver tal maravilla de la arquitectura y botánica, nos hace saber el traductor que quieren ir ellos solos. Así pues, continuamos nuestro camino en solitario, tal y como lo comenzamos. Comparto el dudoso honor de ser el colaborador de haber echado a la diva del paseo desenfadado. Si hay alguna otra ocasión parecida, me esforzaré más. No puedo acabar este breve relato sobre un fragmento del paseo sin pedirle sinceras disculpas a nuestra maravillosa guía, tanto por las situaciones narradas como por las que la sucedieron, que fueron responsabilidad mía y que posiblemente le molestaran. Aunque no sirva como excusa, debo decir que nunca fue con mala intención, y sólo fue para entretener a todos un rato.

Por cierto, me refiero a ella como «nuestra encantadora guía» porque no llegué a saber su nombre. Si alguien me lo facilita, lo anotaré aquí. Ah, y ya puestos... tampoco tengo su número de teléfono ni una foto para que la gente vea por qué uso el término «encantadora», así que si alguien quiere colaborar...


♣ Mateo Pascual y Óscar Araujo. Debo decir que me gustó su charla. No es que fueran los más espectaculares, pero sí que fueron bastantes amenos. Mateo habló más generalmente, pero me pareció muy adecuada su introducción al desarrollo completo de un videojuego, ya que hay que recordar que había muchísima gente en la sala que no sabía ni cómo funciona un videojuego. Luego prosiguió explicando cómo ajustaba su trabajo (sonido y música) al juego en sí, y qué diferencias básicas tenía con respecto al trabajo en la animación. Además, era una persona muy encantadora. Óscar habló un poco sobre su pasado previo, como compositor de la música de «Así me gusta a mí» de Chimo Bayo, entre otras cosas. Es increíble la evolución que pueden tener algunas personas. Tenía un poder de oratoria más poderoso que Mateo, y es que la experiencia pesa. En general, una estupenda aportación y un punto de vista bastante interesante.


♣ Fernando Lázaro. El pianista. Ese hombre de aspecto serio, pero que parecía bastante amable tras esa fachada. Aquél que nos regaló una adaptación de temas de Goldsmith a piano. Me pareció una buena persona. Era un buen pianista, y un compositor muy novato, recién adentrado en el mundo, pero con mucha ilusión y ganas de trabajar. Tuvo que soportar una pregunta formulada sin educación, que rezaba algo así como: «No te ofendas, pero la primera canción que has puesto me parece una mierda comparada con la de piano [...]». Es lo que tiene la falta de educación, mezclada con hacer preguntas sin haber atendido a la charla que daba el autor.


♣ Xavier Capellas. Una buena idea su exposición, una realización un tanto pobre. Si fuera un poquito más amigo de las buenas tecnologías y hubiera tenido un poco más de tiempo para dedicarlo a la preparación, podría haber mejorado muchísimo su exposición. Hoy en día ya no se estila estar dándole hacia delante y hacia detrás a una cinta VHS buscando una escena concreta. Hoy día se graba en un video en el ordenador, y se reproduce el que se desea en el momento justo. También diré que se veía una persona tímida, y que quizás no sabía muy bien cómo dirigirse ante una audiencia. Al fin y al cabo él es un compositor, no un portavoz. Lo importante es que sepa hablar con su música.


♣ Diego Navarro. O aquél que quiso componer la BSO de «El Captián Alatriste». Admirable su tenacidad para remover cielo y tierra para formar un estudio orquestal en Canarias. Gente que tome este tipo de iniciativas hace falta en este país, eso seguro. Sólo diré que todo el mundo con el que hablé sobre la obra en la que trabajó, titulada «Puerta del Tiempo», coincidimos en dos cosas: el dibujo y la animación eran terribles, y la música que les acompañaba distaba mucho de estar acorde con la imagen, siendo un claro reflejo de que estaba compuesta como intento de obtener el trabajo en el capitán más que para acompañar a los viajeros de las épocas, con lo bueno y malo que ello conlleva.


♣ John Debney. O el presidente del congreso para el año que viene. De aspecto serio, es una persona bastante sencilla y muy amable. Se portó fenomenalmente con la gente, en todos los sentidos. Su charla fue interesante, nos demostró que sabe imitar a Mel Gibson muy convincentemente, y nos reveló un secreto que se supone que, hasta entonces, nadie conocía: él canta en la banda sonora de «La Pasión de Cristo». Será un placer que sea el presidente el año que viene. Fue estupendo que aceptara bajo la condición de que John Frizzell como Basil Poledouris también volvieran a acudir. Tres reyes de nuevo en el congreso, no se puede pedir más.


♣ John Ottman. Sólo diré que fue el que más decepcionó a la mayoría de la gente. Muy altivo, poca dedicación, no se preparó siquiera su exposición, y se marchó el primero, justo después del concierto. Concierto que, por su parte, fue lo más soso que hubo, y menos perdonable teniendo en cuenta que posee piezas muy buenas que a la gente le hubiera gustado oír.


♣ Basil Poledouris. El genio. El hombre por el que fui. Aquél que no supo lo que iba a encontrar. Aquél que no era consciente de adónde iba. Inició el congreso con cara entristecida, seguramente pensando erroneamente que había sido invitado para simbolizar el comienzo del resto de compositores invitados. Como un tótem olvidado, que representa algo que ya no existe. Eso debió ser lo que se le pasaba por la cabeza. Me gustaría pensar que, entre todos, conseguimos destruir aquél tótem y devolver el espíritu del dios al que representaba. Todo el mundo estaba excitado con Basil, y él no daba crédito. Todo el mundo quería su autógrafo en sus obras, en las camisetas, fotos con él. Era el eje central musicológico del evento: era el congreso de Basil. La mayoría de la gente fuimos especialmente por él. Poco a poco, fue viendo el panorama. Y llegó el gran día, como el que no quiere la cosa: el concierto. Vestido de ninja-pirata en pijama, en lo alto del escenario, radiante, sublime. La orquesta no fue perfecta, pero a todos nos daba igual: jamás habrá otra cosa mejor en el mundo. Aquél concierto no fue únicamente el sonido. Normalmente ningún concierto es únicamente el sonido, pero éste en concreto era mucho más especial que los demás. Oír una suite de Conan mientras veías a Basil enérgico, generando la música, tejiendo los hilos musicales entre su cuerpo, como energías invisibles a los ojos. Llevaba la indumentaria más apropiada. Él era, en cierta forma, la Imagen Gráfica de la música: de manera similar que la Banda Sonora acompaña y potencia a una imagen, él potenciaba aquellos sonidos. Estaba tejiendo la red de una magia maravillosa de la que todos bebimos, y que nos cambió en aquél preciso momento para siempre.
Pero, por fortuna, eso fue en sábado, y el congreso también continuaba el domingo. Y el domingo también era el día de Basil, era nuestro día. Una mesa redonda maravillosa entre la tríada anterior, que dio paso a una charla de Basil que pertenecía a otro mundo. Como un cuentacuentos desenmaraña los nudos de una historia mientras teje las emociones, así actuó Basil. Como una madre que arropa con suavidad a su hijo, mostrando todo el cariño y la confianza que puede, así habló Basil. Usando el piano que había para hablar por él cuando un sonido valía más que mil palabras, así obró Basil. Allí, en aquellas circunstancias, allí se confesó Basil a sí mismo, ante todos nosotros. Allí reconoció que nunca hasta el concierto había sabido captar toda la grandeza de su obra. Allí, con lágrimas asomándose a su garganta, allí nos hizo partícipes de sus declaraciones personales sobre su espíritu, sobre cómo había vuelto a reencontrarse con su parte olvidada hace años, en estos pocos días. Comparto con el resto de presentes el pequeño orgullo de haber hecho llorar a Basil de emoción. Esta vez siento no compartir dicho privilegio con aún más gente.


No puedo concluir este texto sin hacer una referencia a toda aquella gente que compartió estos maravillosos días conmigo, y a la gente que lo hizo posible. Un saludo especial a las dos simpáticas y amables azafatas que perdieron su tiempo conmigo, aliviando mi espera, y agradecerle a una de ellas el decir que yo le parecía un chico muy simpático.


P.D.:
Cuando tenga algunas fotos, acompañaré el texto con imágenes o, al menos, pondré las fotos accesibles desde aquí con un enlace.


4 Comments:

At 12:11 da manhã, julho 29, 2006, Anonymous Anónimo said...

me lo he leido ante me lo he leido!!!jajaja

 
At 1:27 da tarde, agosto 02, 2006, Blogger Cyric said...

Friki! que eres un friki! actualiza! xD

 
At 2:34 da manhã, agosto 04, 2006, Blogger Sauron Bloom said...

Esas fotos de las azafatas pa cuando eran???

 
At 8:16 da tarde, agosto 06, 2006, Blogger antemil said...

@cyric@
Es que mi bitácora es eminentemente emocional, y últimamente estoy simplemente de curro, así que tampoco he tenido mucho que contar (además, estaba dando tiempo a que la gente se leyera el chorizo XD).

@sauron@
Ehm... cuando me den las fotos, las pondré. Pero siento desilusionarte: no tengo fotos de las azafatas :D

 

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