Luz y color
— Y yo, por aquél entonces, era todo luz y color — escribí rápidamente, sin pensar, como suele ser habitual.
— Me cuesta imaginar que fueras todo luz y color — escribió ella, con la dulzura e ingenuidad que la caracterizaba.
Entonces yo... lloré. Silenciosamente, al otro lado, donde ella no podía verme ni oírme. Porque ella no tenía la culpa. En silencio, le dí las gracias por recordarme lo que he perdido, olvidado en el fondo de mi memoria.
A mi mente atormentada acudieron recuerdos vagos de variedad de épocas. Algunas remotas, otras no tanto. Todas tenían algo en común: voces de gente diciéndome en distintos tonos y asperezas «eres demasiado optimista, no se puede ser tan optimista en la vida». Y ahí estaba yo, desde rapaciño hasta mozo, armado con mi férrea voluntad, mi inagotable determinación y mi crecido orgullo, como substitutos de la autoestima que nunca llegué a conocer, muerta al mismo tiempo de nacer. Y sólo con eso era capaz de remar contra viento y marea, sin necesidad del apoyo de nadie, sin necesidad de una mirada de complicidad, sin necesidad de un grito de ánimo. Porque yo no vivía, sólo existía. Y se me daba bien existir.
Últimamente todo el múndo me dice que soy pesimista, que tengo que ser más optimista. Me dicen que soy derrotista y negativo, que siempre espero lo peor de las cosas, y no ofrezco al optimismo ninguna opción en los acontecimientos. Ahora, mi voluntad parece oxidada. Ahora, mi determinación quedó perdida en un pozo al que bajé. Ahora, mi orgullo ha ido disipándose con los susurros de mi voz. Estoy vivo, he dejado de meramente existir. Ahora siento el dolor de mi soledad pasada, pero también el calor de la no soledad. Mas... ¿qué haré yo ahora? Puedo comprender el poder de una mirada de complicidad, pero de nada me vale. Puedo comprender el poder de un grito de ánimo, de una sonrisa, pero no puedo sentirlos. ¿Estoy realmente vivo? Antes... no había más sentimientos que el orgullo, material incombustible de mi pira de determinación. «Alguien como tú no lo conseguirá jamás». Meras palabras. No necesitaba nada más. Mi orgullo era capaz de hacer arder cualquier cosa, y me consumí en el proceso. Pero yo no me dí cuenta, y no me eché de menos... o eso quise hacerme creer. ¿Y ahora? ¿Acaso era eso mi optimismo? ¿No era nada aparte de un incendio de orgullo? ¡Basta! Gritó una voz hace no tanto tiempo, y comencé a apagar la pira. Hoy es una vela, una solitaria bujía que a duras penas es capaz de titilar en mi interior. No fui capaz de extinguirla por completo. Algo me lo ha impedido siempre. Seguramente el miedo, el miedo a dejar de ser. Como ocurrió con mi soledad, mi orgullo siempre estuvo ahí cuando le necesité, y abrigó mis congelados huesos, devolviéndome a la vida, o a algo que se le parecía demasiado.
Pero... ¿cuándo cambié? Es lo que más me duele, lo que arrancó unas lágrimas a mis ojos. No soy capaz de saber cuándo dejé de ser luz y color para ser aquél triste hombrecillo gris que recorre las calles obscuras, un día tras otro, sin variación, sin metas en la vida. ¿Vida? Puede, pero gris. ¿Es mejor una vida gris que una existencia en colores pardos? No lo sé. Lo que sé es que quiero la vida que busqué, quiero una vida de colores en la luz. Soy consciente de que erré el camino de la existencia a la vida. Quizás apagué mi fuego demasiado rápido, sin darme tiempo a ver qué otras cosas había allí en mi interior, y ahora está demasiado obscuro para encontrarlas. ¿Las habré perdido para siempre? No lo creo, eso no me asusta. ¿Las habré tenido alguna vez? No soy capaz de recordar si alguna vez crucé mi mirada con ellas: esto es lo que me aterroriza en verdad.
Ha llegado el momento de intentar volar otra vez.
3 Comments:
nada de hombrecillo gris..., déjalo en verde-bosque : )
Muchas gracias por tu entropía... una vez más, ha funcionado, esperemos que sea la última vez que la necesite...
GRACIAS...
En la vida todos nos equivocamos, nos perdemos por senderos,damos mil y un vueltas antes de encontrarnos. Quizás los golpes nos enseñan a ser cuidadosos, ¿pero pesimistas? Intenta alcanzar la luz y vuela, pero tampoco muy alto para no acabar como Icaro. Encuentra el término medio entre la luz y las sombras. Creo que a veces me siento así, pensando que vivo una vida gris pero luego me doy cuenta de que es nuestro camino y quedan muchas cosas por ver, por aprender, por recorrer. Mucho por vivir y no hay tiempo para rendirse.
Un abrazo.
Aht aht aht, hombre del señor, a ti lo que te pasa es que piensas demasiado. Y no me refiero a que le des algunas vueltas a las cosas por seguridad sino a que reflexionas demasiado sobre la existencia. La existencia, amigo mío, es un mero instrumento. Dale caña al mundo con él. Un existencialazo es más real que una hostia en el entrecejo. Atiza y siéntete satisfecho con tu autodominio. Al fin y al cabo la felicidad no es más que eso.
Saludos.
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