Yo, trébol

Cuando un trébol está solo y alza su mirada hacia la luna,
le susurra al dulce viento palabras que nadie puede oír

segunda-feira, 22 de janeiro de 2007

El asteroide B612

El sol se estaba poniendo nuevamente porque, en aquel pequeño planeta, el sol se ponía a cada instante. Un par de capullos vacíos colgaban entre las hojas, exhibidas orgullosamente como las cuatro espinitas. Una de las mariposas revoloteaba haciendo gala de sus colores alrededor de los pétalos de la flor, debidamente ajustados uno a uno, pues era muy coqueta esa flor.

El aire de la tarde era fresco, y un fanal quedaba reposando junto a ella. Se había acostumbrado al fresco de las noches, en aquél planeta solitario. Le gustaba mirar el fanal, en busca de recuerdos lejanos. Recuerdos que se marcharon volando aprovechando la migración de una bandada de pájaros silvestres.

— Hola — le dijo la flor.
— Hola — respondió la principita.
La flor tosió, pero no porque estuviera resfriada.
— ¿Te ha gustado el viaje? — dijo al fin la flor.
— He aprendido muchas cosas, he visto cosas increíbles.
— Yo he tenido dos hermosas mariposas, ¡míralas! — dijo la flor con orgullo, alzando las espinitas hacia la mariposa que revoloteaba — Es tan hermosa como yo.
La principita vio que la flor seguía siendo orgullosa, y pensó en lo que le enseñó el zorro.
— Yo domestiqué a un zorro, y me enseñó muchas cosas.
— ¿Un zorro? ¡No les temo! ¡Ya pueden venir cien zorros! — dijo la flor, exhibiendo ingenuamente sus cuatro espinitas.
La principita no pudo más que sonreír.
— ¿Te han molestado los baobabs? ¿Tienes sed? ¿Quieres que te ponga el fanal?
— No, estoy bien. Ya sé cuidarme sola — dijo la flor lentamente, abriendo un poco más sus pétalos de color cuidadosamente escogido — Aunque... un poco de agua por la mañana me vendría muy bien.
— Claro. Mañana te regaré con un poco de rocío.
— Gracias, y ahora vé a descansar. Debes de estar cansada del viaje.
— Sólo un poco. La serpiente me trajo de vuelta con mucha rapidez. Te echaba de menos.
— Yo... yo también me alegro de que hayas vuelto. Y ahora ve a descansar, debes madrugar para regarme. Marcha ya.
La flor no quería que la viese llorar: era tan orgullosa...