Yo, trébol

Cuando un trébol está solo y alza su mirada hacia la luna,
le susurra al dulce viento palabras que nadie puede oír

sábado, 24 de março de 2007

Solitaria luna

¿Y cuánto tiempo llevas admirando la luna? Brilla, en una noche no tan oscura como tú. Veo estrellas, diviso un cielo. Veo luces que brillan, a lo lejos, cerca del infinito. Tu noche, sin embargo, apagó todas las estrellas que tenía, una a una. No importa cuán lejos estuvieran, cuánto brillaran, cuán hermosas fueran, ni cuánto tiempo llevaran allí. Una por una las fuiste apagando, intentando acabar con el pálido reflejo que mostraba el estanque de tus lágrimas derramadas. Ahora tu cielo carece de brillo, salvo esa luna redonda que no has conseguido aún apagar. Ahora, sobre un estanque salado que no conoció viento alguno, asomas tu hermoso rostro intentando contemplar lo que has llegado a ser. Un rostro que describe la soledad que has llegado a conocer, sumida en tu oscuridad. Y no te gusta lo que ves. Sin demasiada luz, tus hermosos ojos no son capaces de brillar, de recordar por qué una vez no estuviste tan sola, de por qué una vez la felicidad te escogió. Arrojas una piedra al estanque, las ondas deforman tu semblante, y brillan con tristeza cuando reflejan la luna de tu cielo desamparado. Ella llora por ti, allí en la lejanía. Porque, ahora, ella está tan sola como tú. Acabaste con sus estrellas, igual que la vida acabó con tus alegrías.

¿Fueron culpables los luceros del firmamento acaso? Ya poco importa, dejaron de existir en ti. Lloras una vez más. Tu estanque recibe las gotas que le otorgas, gotas de dolor y soledad. Una gota y otra, desde hace ya mucho tiempo, reunídas formando un espejo. Ellas no están tan solas, se tienen las unas a las otras, unidas desde el primer instante de su nacimiento. Fuiste apagando las estrellas de tu cielo, aquellas que guiaban tus senderos y, a cambio, diste lágrimas de plata cargadas de tormento. ¿Fue un cambio justo? Por eso la luna también llora, porque en tu estanque también se refleja, y alcanza a comprender cuán sola está ella, cuán solitaria es también tu existencia. Ahora que nadie le acompaña en las alturas, sólo tú quedas aquí abajo que pueda dar fe de su presencia. Intenta brillar más que nunca, intenta arrancar bermejos reflejos de tus oscuros cabellos. Intena asemejar su pálido rostro a tu nívea tez. Intenta sonreír, como tu redondeado rostro es capaz de mentir a veces. Puede que para ti no sea nada más que una luz molesta, que estorba en tu profunda oscuridad. Puede que, sin luz alguna, el estanque que observas cada día no sea tan profundo ni tan oscuro. Puede que tú no la necesites a ella, ahora que quieres cerrar los ojos a tu mundo. Pero no puedes olvidar que, ahora, tú lo eres todo para ella y que, sin ti, ella también dejará de existir.


1 Comments:

At 2:47 da tarde, março 26, 2007, Blogger Miauz said...

No todas las estrellas son inocentes y merecen la piedad de aquellos que las contemplan. Algunas son dañinas, otras envidiosas,... mas nadie tiene derecho a ser juez y ejecutor.

Algunas veces es necesario que la luna viaje sola, para poder contemplar su camino sin interferencias, de igual forma que las estrellas precisan de noches sin luna en las que poder brillar sin que aquella las oculte.

 

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