¿Y quién podrá ser capaz de entender lo que ocurre detrás de esos ojos? Murallas alzadas entre cuerpo y alma, que reflejan las miradas, avergonzadas. Lo primero, nada esconde. Fue divisado desde la lejanía. Bosque multicolor, con cielos grises, por los que se abre paso el sol mientras cruza el firmamento. Montañas, valles, praderas y llanuras; unas níveas, otros verdes, aquellas floridas y éstas doradas. Digno del mejor de los cuadros, si pudieran captar ese juego de colores que compones al pasar, esas luces y esas sombras que recorren los extraños recovecos de quienes están junto a ti. De lo segundo, poco se conoce. ¡Cuántas maravillas debe albergar! Ninfas, dríadas, nereidas, ondinas, silfos, gnomos, duendes y, quién sabe, unicornios. Quizás no sepas que están, quizás no los hayas llegado a conocer, pero no albergo duda alguna de que allí han de existir. Al fin y al cabo, cuando miro esa muralla... cuando miro esa muralla creo en el mundo de las hadas. Y, a veces, la muralla se cubre de una hermosa cortina, y casi pareces de este mundo, tan nacarada, tan perfilada, irreal a tu manera, real de forma extraña. Y sueñas, como quien mora en el mundo de los deseos. Y deseo, como quien mora en el mundo de los sueños.