Yo, trébol

Cuando un trébol está solo y alza su mirada hacia la luna,
le susurra al dulce viento palabras que nadie puede oír

quarta-feira, 29 de novembro de 2006

Con eso sobra

El tiempo huye de mí. Cada vez tengo menos tiempo libre, y eso es bueno. Nunca es sano el exceso de tiempo libre. Tengo tiempo para dormir: con eso basta. Tengo tiempo para ir a dar una vuelta entre semana de vez en cuando: con eso basta. Tengo tiempo para trabajar sin descanso: con eso basta. Tengo tiempo para oír música: con eso basta. Tengo tiempo para decirle «hola» a la gente que me importa: con eso basta. Tengo tiempo para seguir aprendiendo cosas nuevas: con eso basta. Tengo tiempo para leer esporádicamente lo que otros escriben cada día: con eso basta. Tengo tiempo para pensar en mí, y en lo que quiero y tengo que hacer: con eso basta. El tiempo huye de mí, pero yo lo acaricio lentamente mientras se escurre entre mis dedos, y siento cada grano de su esencia, fluyendo lentamente hacia un vacío infinito, pero no importa. Ahora soy parte de mi tiempo: con eso sobra.

Sé que no es un texto incomprensible o falsamente profundo como muchos de los míos, pero es normal. Sigo aprendiendo, y ahora aprendo a comprenderme a mí mismo. Ahora palabras sencillas me bastan para trasmitir lo que quiero, aunque no lo consiga. Ahora ya no percibo fealdad en la sencillez, aunque no sea aún capaz de captar la belleza con ella. Sé que no os interesa a la gran mayoría, pero bueno, me apetece decirlo. Hablaré más aún de mí, para variar. Y, en parte, tiene relación con lo que acabo de decir. Ahora, poco a poco, voy retomando la ilusión que perdí hace tiempo en lo que estaba haciendo, y me veo con ganas de comenzar a trabajar, y ahora es en parte el momento, lo que supone menos tiempo libre y más tiempo aprovechado. Ahora me siento más doctorando que hace muchos meses, y eso es bueno, aunque me sablen 50€ por la cara. Y, quién sabe, quizás hasta en un futuro pueda sentirme orgulloso de mí mismo por haber hecho algo. De momento, me conformo con haber reencontrado un rumbo que me parece lo suficientemente interesante como para caminar en él sin mirar hacia atrás cada diez pasos. Con eso, sobra. De momento.


domingo, 19 de novembro de 2006

Caminar

Esta semana estuve por Puertollano, y me lo pasé francamente bien. No hizo demasiado frío, nada del otro mundo al que no estuviéramos acostumbrados cada año por aquí. Tan sólo nos llovió el jueves, y mi flamante paraguas se murió tras cuatrocientos metros gracias al viento, para variar. Por suerte ya tenía mi chubasquero con gorro (¡yuju!). Las conferencias fueron divertidas, y se supone que eran gente importante. La organización fue muy amable, y el lugar donde comíamos cada día estaba muy bien. Por contra, la cena de «gala» (o cómo gastarte 70€ a lo tonto) dejó bastante que desear. He conocido a mucha gente interesante, y hasta parece que conseguí engañar a un par que se fueron creyendo que dije algo interesante allí.

Aunque sea a patita, comienzo a caminar por distintos lares. Hace una semana o dos me propuse ir siempre que pudiera a pasear un rato por la mañana. Hoy he vuelto a pasear, y a lo tonto he aparecido en las rotondas para subir a Cartuja. El otro día fui hasta Medicina, y otras veces callejeo por Plaza Nueva. Me gusta andar, siempre me ha gustado. Ahora me puedo permitir (más o menos) el lujo de andar los más de doce kilómetros que hay, y cruzarme con la gente que camina por allí. Me viene muy bien caminar. Ahora especialmente. Me ayuda a despejarme, me sirve para hacer algo de actividad física (que mucha falta me hace), me sirve para hacer un callejero mental y no perderme, y me sirve para acostumbrarme a estar junto a la gente. En definitiva, intento caminar mientras aprendo a volar.

Un día, espero que no demasiado lejano, podré decir lo que se siente al despedir la tierra y abrazar el cielo.





quarta-feira, 8 de novembro de 2006

Pasa el tiempo, con o sin alas

El tiempo pasa, inexorable. Me gustaría sentirme como aquél cisne que baila en el lago de Tchaikovsky, pero no es así. Hace ya tiempo que decidí dejar hojas y raíces por alas y plumas, mas... ¿de qué me ha servido? No sirve de mucho tener alas para volar si tienes miedo al cielo. Las cosas no van todo lo bien que me hubiera gustado, pero podrían haber ido mucho peor. Podría haber pasado todo el tiempo igual que pasaron antes muchos años: sin ningún cambio. Los cambios siempre dan miedo, y ahora le toca el turno a ese extraño vértigo que hace que un asustado corazón se encoja en cuanto las alas se despliegan y las patas despiden lentamente al suelo. Pero ya lo sabía. Sabía que las alas no otorgaban una libertad inmediata. ¿De qué me han servido? De mucho, en realidad. Ahora estoy preparado para volar cuando llegue el momento, una cosa que antes no era capaz ni de plantearme. Sólo resta seguir creyendo que puedo volar sin caer, y que la tierra debe de ser un lugar mucho más hermoso contemplada desde arriba. Sólo me entristece pensar que algunas aves que me alentaron para alzar mi vuelo ahora han decidido posarse entre las ramas, temerosas de volver a surcar los cielos, dubitativas de haber encontrado algún halcón entre la bóveda celeste siendo paloma, o de haber abatido palomas siendo halcón. Pero el tiempo pasa, inexorable. Y mientras imaginaré que soy capaz de volar, y que no lo hago solo; no me importa si estoy acompañado de un gorrión, paloma o halcón: yo seré una urraca, una urraca libre bajo el sol.