Es el título de una canción. Una canción tradicional asturiana. Para mí concretamente es una canción del grupo asturiano Felpeyu, ese grupo que perdió a dos de sus miembros este verano en un accidente de tráfico. Ese accidente que nos privó de uno de los mejores bouzoukistas, y grandísima persona. Pero este texto no va de música, va de sentimientos. No copiaré aquí la letra de la canción, ni en su versión
asturianu ni en la versión en
castellano. Si queréis ver la letra, pulsad en los enlaces anteriores.
Como he dicho, esta entrada va sobre sentimientos, otra vez. Pornografía emocional, que lo suelen llamar por otros lares, y es un término bastante adecuado, creo yo. Pero, esta vez, en contra de lo que viene siendo este espacio, esos sentimientos no son míos. Los sentimientos de los que hablaré son los que destila la canción. Yo aún no los comparto, aunque no distará mucho a este paso. Sin embargo, me consta que
uno de mis mayores intereses sí que lo comparte. Si no a día de hoy, en un pasado bastante reciente. Como no tengo posibilidad de hablar con ella, y menos de que me escuchara, lo escribiré aquí, conocedor de que no lo leerá.
Comenzaré diciendo cuál es el sentimiento básico que se destila de esta maravillosa canción. La resignación a la soledad por temor a fracasar nuevamente en el amor. Ha quedado algo largo. Simplificando, sería algo así como... miedo. Sí, sencillamente es miedo, miedo a que te hagan daño nuevamente. Recordemos que, mucha gente, somos especialmente vulnerables a la persona que queremos, y un desengaño o un rechazo en ocasiones puede ser mucho más de lo que somos capaces de soportar. ¿Es una tontería, decís? Creedme que lo sé, pero sabed que tampoco se puede evitar... fácilmente. Es el problema de querer de verdad, con toda tu esencia.
Sólo hay que empezar a escuchar la letra: es preferible no coger la flor a que puedan pincharte sus espinas, igual que es mejor no amar para que no te puedan herir. Yo soy
rosa, entiendo de espinas. Comprendo que, muchas veces, no merezca la pena el esfuerzo de pincharse para alcanzar la flor. Sin embargo, yo también soy un trébol, y mi entropía diferencial me regaló una
principita que no tenía miedo de pincharse una y otra vez con mis espinas. Ella ganó una rosa, pero el afortunado fui yo.
Poco después dice que no quiere buscar amores, ni escuchar palabras que son mentiras. A nadie nos gusta que nos mientan sobre los sentimientos, está claro. Lo que no queda ya tan claro es si, en aquél momento, fueron mentiras o no. Los sentimientos cambian, hay que tenerlo claro. Lo que siempre debería permanecer es la sinceridad. No se puede culpar duramente a alguien porque sus sentimientos hayan cambiado: al fin y al cabo, no los elige a voluntad.
La siguiente estrofa viene a decir que, si fuera por simple amor propio, sí lo intentaría, pero como es por verdadero amor, mejor no intentarlo que recibir las heridas del desengaño. Aunque es una premisa bastante interesante, no es lo que se debe hacer. Y créeme que sé ya mucho de esto, que lo que dice la canción lo llevo haciendo demasiado tiempo, y realmente no ahorra ningún dolor. Al contrario, lo aumenta.
Al final de la canción hace una alusión al amor que acabóse recientemente, simbolizando el dolor que produce el recordar el amor terminado, al rememorar o visitar situaciones o lugares que traigan a la mente aquello que ya se acabó, y que no piensa volver a realizar algo parecido con nadie más, para no tener que pasar por lo mismo otra vez, para no volver a sufrir por su pérdida.
Conclusión: una bella música acompañada de unas bellas palabras que expresan una idea completamente erronea. Como ya dije en una discusión sobre el amor que tuvimos cierta gente que pulula como lector de este modesto espacio, «más vale caerse una y mil veces de la nube, que no haberse subido jamás».
Y, para aquella rosa blanca que mira al cielo le diré que no se canse de luchar, que a veces el dolor es un pequeño precio que hay que pagar para poder alcanzar una felicidad mucho mayor. También le diré lo que le dije a mi media luna una vez que estaba cabizbaja: recuerda que, cuando tú estás triste, hay alguien que está triste porque tú estás triste.
Quiero aprovechar este texto para agradecer a Igor Medio y Carlos Redondo todo lo que han hecho por la música en su vida. Si alguien oye la canción, les diré que Carlos es el que pone voz a la letra, e Igor el que hace el acompañamiento a bouzouki.